“Ha generado estrés en la población”, comentó un funcionario radicado en Placetas, Villa Clara, en referencia a la aparición del caracol gigante africano a más de 300 kilómetros de La Habana y sus inmediaciones, donde fue reportado por primera vez en 2014.
“Oficialmente, el MINSAP [Ministerio de Salud Pública] no tiene respuesta”, dijo a DIARIO DE CUBA acerca de la postura de las instituciones ante el molusco, cuya presencia en Villa Clara solo puede explicarse “por introducción irresponsable”.
El “estrés” popular no se justifica solo porque el caracol sea una de las 100 especies más invasivas del mundo, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). También es huésped de los nemátodos que causan enfermedades humanas como la meningoencefalitis y la angiostrongilosis.
Dice la enciclopedia cubana Ecured que el caracol invertiría un mes para recorrer 125 metros. A ese ritmo necesitaría poco más de dos siglos para llegar desde Mayabeque a Placetas. Por eso algunos suponen que fue transportado intencionalmente por carretera en provecho de algunos cultos religiosos afrocubanos.
Es la misma teoría del Laboratorio de Malacología del Instituto de Medicina Tropical Pedro Kourí (IPK), el centro de investigaciones que se ocupa de las epidemias y enfermedades exóticas en Cuba, para explicar la llegada de la especie a la Isla hace pocos años.
Alejandro Vázquez Perera, jefe de ese laboratorio, dijo a Granma en febrero pasado que algunos estudios realizados en el IPK “han permitido asociar la expansión de esta especie invasiva con prácticas religiosas yoruba”.
Omar, un santero que conoce bien el ambiente afrocubano de la provincia, consultó a un colega y aseguró luego a DIARIO DE CUBA que no tienen noticia en Santa Clara del empleo de esta especie en ninguna ceremonia.
“Hay un caracol que se emplea en santería para el aché de Obatalá, pero es cubano”, explicó. “No se come. Se hace una pasta y se unta en la cabeza”.
Obatalá es la divinidad del panteón yoruba a cargo, precisamente, de las cabezas. En el cosmos de las religiones de origen africano expresa la inteligencia que gobierna el mundo.
“Igbín se llama la babosa en yoruba, es un animal de Obatalá”, continuó Omar, “y la utilizamos para hacer rogaciones de cabeza. También se usa bastante en brujería, pero ahí no sabría explicar bien cómo”.
Algunas de las recomendaciones más frecuentes sobre el caracol africano son precisamente “no tocarlos”, “evitar el contacto con la baba”, “tomarlos con guantes y desechar los guantes”, medidas que los santeros nunca respetan, según Omar.
De La Habana a Placetas, ¿y luego?
“Hasta el momento, nuestro equipo ha podido confirmar la presencia de este caracol en las provincias de La Habana, Artemisa y Mayabeque, aunque no dudamos que se haya extendido a otras provincias”, decía Vázquez Perera a principios de febrero.
A menos de un mes de estas declaraciones se supo que el caracol había llegado a Placetas.
El 26 de febrero, Gisela Nieves Tuero, corresponsal de Telecubanacán, revelaba la aparición del caracol en todas las demarcaciones de la denominada Villa de los Laureles.
Su fuente principal, Nerelys Dorta Espinosa, bióloga de la Unidad Municipal de Higiene y Epidemiología y máster en Enfermedades Infecciosas, declaró que contaban diez manzanas “positivas”.
La bióloga se refirió también a las “charlas educativas” que brindan los trabajadores de Higiene para “evitar cualquier tipo de contagio, minimizar su propagación y el consecuente daño que puede causar a la agricultura”.
Sin embargo, entre una decena placeteños interrogados al azar solo una dijo estar al tanto de la presencia del caracol “en el barrio de Las Minas”.
Ante los primeros reportes, en 2014, los especialistas del IPK ya alertaban sobre la “alta fecundidad”de la especie, capaz de poner “entre 50 y 300 huevos seis veces al año”. Su alta esperanza de vida, “hasta nueve años”, es otra cualidad que agrava la infestación.
Este viaje a saltos del caracol africano podría continuar, rumbo al este, a juzgar por las alertas desoídas durante los últimos meses.
En noviembre de 2017, a más de tres años del aviso, el diario Juventud Rebelde publicó una carta del agricultor José Antonio Cruz Couto, de Arroyo Naranjo, que denunciaba la proliferación del caracol en algunas fincas de las cooperativas Fructuoso Rodríguez y Olvein Quesada.
“Nos hemos dirigido a las autoridades municipales del Partido [Comunista de Cuba], Salud Pública, Sanidad Vegetal y Agricultura”, denunciaba Cruz Couto, “y lamentablemente no hemos encontrado respuesta de ningún tipo”.
“Es deber de los organismos competentes dedicar todos los recursos para combatir esta especie, ahora que está localizada en pocas áreas”, seguía el campesino, “pues a medida que se extienda, lo cual es inminente, será más difícil y costoso hacerle frente”.
Con información de Diario de Cuba y Periódico Cubano