La reciente encuesta realizada por el proyecto CubaData, con la participación de un equipo de académicos de Cuba, México y Venezuela, arroja por momentos algunos datos difíciles de entender y que resaltan la complejidad de la sociedad cubana actual.
En el plano político es donde la ambigüedad se hace más patente. Cuatro de cada diez cubanos entrevistados consideran innecesaria la reforma constitucional anunciada por el Gobierno.
Además, no se despeja una tendencia clara respecto a la necesidad de eliminar el artículo constitucional que hace irrevocable al socialismo: el 35% de los participantes en la encuesta indica que debería ser suprimido, mientras un 38% dice que no sabe y otro 27% se pronuncia por que se mantenga.
Estas reticencias respecto a cambios constitucionales contrastan, sin embargo, con el hecho de que casi la mitad de los entrevistados (46%) considera que debería permitirse la existencia de partidos políticos diferentes al comunista y con que un 60% piensa que el presidente debería ser electo mediante elecciones directas.
¿Qué revelan estos datos aparentemente contradictorios?
La ausencia de cultura democrática
Dos de los autores del informe explicativo de la encuesta, la socióloga Elaine Acosta (Universidad Internacional de Florida) y el politólogo Armando Chaguaceda (Universidad de Guanajato), barajan varias hipótesis al respecto.
Elaine Acosta sugiere que la contradicción quizás sea solo aparente. En primer lugar, señala «la cultura no democrática» que ha prevalecido en el país durante casi 60 años y que impregna por igual a todas las generaciones.
Así, la poca incidencia que sienten tener los ciudadanos sobre la esfera política inclinaría a que una parte considerable de ellos no se pronuncie sobre la necesidad de reformar la Constitución o bien le reste importancia a la repercusión de esto en la vida cotidiana.
En este sentido, según la socióloga, cuestiones más específicas revelarían mejor el sentir político de la población.
Por ello le parece más contundente que la mayoría de los encuestados (66%) diga no gozar de libertad para expresarse públicamente. O bien que un porcentaje parecido (60%) se decante por unas elecciones presidenciales directas. Lo cual dejaría en evidencia «una opinión favorable a un mayor pluralismo político».
Por su parte, Armando Chaguaceda recalca, como primer factor a tomar en consideración, «la falta de cultura jurídica», es decir, que la ciudadanía «no conoce la Constitución». Y aquí habría otra pista de explicación posible: la población quiere cambios, pero ignora que estos requieren una reforma constitucional.
Algo que se avendría con la ausencia de cultura democrática evidenciada por Acosta.
Otra hipótesis avanzada por Chaguaceda sería la existencia de una «visión hiperrealista» que no pasa por alto que en los últimos años los cambios reales (migratorios, económicos) han ocurrido «a pesar de la Constitución» y, por tanto, consideraría que a efectos prácticos la Carta Magna es irrelevante.
No obstante, para el politólogo, la lectura decisiva es que «hay muchos tipos de cubanos que quieren muchos tipos de cambios». Los hay incluso que no quieren cambios. Esto arrojaría cierto esclarecimiento, por ejemplo, de la indecisión sobre la necesidad o no de suprimir el carácter irrevocable del socialismo.
Aquí también estaría en juego de qué tipo de socialismo se está hablando. No es de excluir la existencia de un sector de la población que no se identifica con el socialismo tal como lo define el Estado cubano, pero que no descarta, según Chaguaceda, la posibilidad de un modelo «más participativo, más democrático».
¿Apáticos aparentes o reales?
Es justamente esta diversidad de pareceres que el informe intenta retratar mediante las tres principales tendencias políticas que se encuentran entre los entrevistados: «reformistas consistentes», «apáticos aparentes», «leales consecuentes».
Los «reformistas consistentes» se pronuncian por una liberalización de la política cubana (pluripartidismo, fin de la ideología de Estado), mientras que los «leales consecuentes» defienden el estatus quo (unipartidismo, irrevocabilidad del socialismo).
La categoría más difícil de discernir sería pues la de «apáticos aparentes». Según el informe, dado el contexto autoritario cubano, estos responderían sistemáticamente «no sé» para ocultar sus preferencias, por miedo a las posibles represalias que pudiesen sufrir al contestar de modo sincero.
Sin embargo, a juicio de Elaine Acosta, este tipo de respuestas podría remitirse a otros factores como un distanciamiento de la esfera política, enraizado en la percepción de que esta es incapaz de atender y satisfacer las expectativas de los ciudadanos.
Lo cual correspondería entonces a una «apatía real», en cierta capa de la población, que se originaría en la exclusión sistemática de la toma de decisiones políticas fomentada por el régimen.
Un rasgo que, de ser significativo, puntualiza Acosta, representaría un obstáculo para cualquier proyecto de transición a la democracia, puesto que dicha transición requiere «la participación ciudadana».
Dada pues la variedad de las posiciones arrojadas por la encuesta, sobre todo en un entorno hostil a la expresión de preferencias políticas, como el cubano, Armando Chaguaceda insiste en destacar la existencia de una sociedad sumamente diversa «por matices y por posiciones».
Con información de CubaData