Londres, 14 mar (EFE).- El físico británico Stephen Hawking, fallecido hoy a los 76 años, contribuyó a arrojar luz al enigma de los agujeros negros y fue uno de los divulgadores científicos más célebres del último siglo a pesar de una parálisis progresiva que le marcó desde la juventud.
Los médicos le dieron dos años de vida cuando tenía 21 por una esclerosis lateral amiotrófica (ELA) que minó su capacidad para moverse y comunicarse, pero Hawking superó ese límite, como la mayoría de los que se le presentaron. Ocupó durante tres décadas (1979-2009) la cátedra Lucasiana de Matemáticas en Cambridge, la misma que Isaac Newton, hizo contribuciones fundamentales para la cosmología moderna y supo además trasladarlas al lenguaje popular en libros como «Una breve historia del tiempo», del que se han vendido más de diez millones de copias.
Hawking, que se casó dos veces y tuvo tres hijos, se refugió en la física teórica para escapar de un cuerpo que le resultaba una cárcel y, once años después del dictamen que le auguraba una muerte casi inminente, postuló una predicción científica que resultó más exacta que la de sus doctores: la existencia de la llamada radiación de Hawking.