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ENTREVISTA A LA QUERIDA ACTRIZ CUBANA LUISA MARÍA JIMÉNEZ

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La talentosa actriz cubana, Luisa María Jiménez, dice que debido a las medidas de aislamiento se siente “como ralentizada, desestimulada, apática”, no obstante, mantiene la motivación por los ejercicios y el trabajo de su cuerpo.

“Los ejercicios son mi bienestar; cuando no los hago me siento mal, me desanimo, incluso me deprimo. Yo siempre he dicho que voy a hacerlos hasta que sea una anciana si la vida, las fuerzas y el entusiasmo me lo permiten”. 

Su fortaleza ante los obstáculos y la voluntad de salir adelante los hizo evidentes hace seis años cuando se le reventó el aneurisma cerebral debido a una subida de presión. Cayó muerta. Una embolización por cateterismo hasta el cerebro -un procedimiento altamente riesgoso- le salvó la vida. Quedó como un vegetal, “en el hueso”. Francamente no era ella, pero recuperó en dos meses todo lo que había perdido: la visión, el habla, el poder caminar y mantenerse en pie. “Volví a ser persona y aquí estoy vivita y coleando”, revela.

La popularísima artista de 58 años dice, le encantaría participar más de la vida de su nieta Aurora, que no está en Cuba. Pero cuando se juntan la saca a pasear, van al parque, le da la comida, ven cosas, se tiran en el piso, juegan, son felices. La buena música y una copa de vino no pueden faltarle para que la comida quede a su gusto. “Son estímulos adorables para mí, me impulsan, me emocionan y me llenan de una creatividad increíble. Hacen que los sabores se realcen”. 

Se encontraba haciendo una telenovela con Lester Hamlet que se detuvo por la pandemia, y otros trabajos pendientes con Magda González y también una película de Marilyn Solaya “que estoy esperando con ansiedad”.

Refiriéndose a su reciente presentación en  El rostro de los días  que es una novela “con cosas muy positivas y otras negativas. Tiene algunas deficiencias en la realización, en la edición, y hay críticas de personas que saben, que están muy enfocadas, pero hay otras con las que discrepo”. Sin embargo, se trata de una producción “que el público ha adorado.

Usted misma ha dicho que estuvo “muerta”. ¿Esa experiencia al límite la hizo cambiar en algo? 

Estuve enferma, casi morí, pero a partir de ahí mi mente se fortaleció. Di pruebas, sin tener conciencia de ello, de la voluntad que tenía por vivir. Yo ahora pienso en qué me gusta a mí, en complacerme a mí, en estar donde quiero estar y con quién quiero estar, en escuchar lo que quiero escuchar. He dejado atrás eso de hacer lo que la gente quiere, de voy a estar aquí porque “si me voy se ponen bravos”, o “voy a salir con fulanita porque me invitó y no tengo manera de decirle que no”. Todo eso se acabó. Ahora voy a donde quiero ir y estoy hasta cuando quiera estar, hago lo que quiera hacer y lo que no, con mucha calma digo “no, no lo quiero hacer”. Eso para mí es felicidad, estar sin tanta carga sobre mis espaldas.  

¿Por qué cree que el cine cubano es machista?

El cine en Cuba básicamente lo dirigen hombres. Muy poquitas mujeres han logrado hacer alguna película y cuando lo logran no pasan de una. Nuestro cine lo escriben hombres, los mejores personajes son para los hombres. Es un tema delicado. Han cerrado filas para las mujeres y las directoras han tenido que plantarse duro, firmes, batallar para lograr hacer alguna película. Marilyn Solaya y Magda González son un ejemplo. Pero son pocas. Se pueden contar con los dedos de una mano. Esto es un país machista y nuestro cine es hijo de ese machismo. 

¿Ha sido difícil para usted desnudarse ante una cámara? ¿Es algo que volvería a hacer?

Puedo decir que soy pionera del desnudo en Cuba. Lo hice en el teatro cuando nadie la hacía, en la televisión, en el cine, en la fotografía. Por cierto, tengo unas gigantografías preciosas realizadas por un artista español. Siempre he considerado mi cuerpo como un templo: lo he mimado, lo he cuidado, y es sagrado. Del cuerpo vivo, el cuerpo me sostiene, con el cuerpo trabajo y lo respeto porque respeto mi profesión. Para mí el desnudo es algo natural. Desde jovencita pensaba en por qué la gente tenía tanto tabúes y prejuicios con algo que es tan bello. Sea de quien sea, el cuerpo humano es una creación perfecta, completa. Así nacemos: desnudos, y así morimos porque la ropa se va desgastando. Cubrirse y recubrirse para mostrar que los atributos que nos dio la naturaleza son un pecado o agreden a la vista o al pensamiento humanos es fatal. Me dije siempre que el día que pudiera iba a mostrar con mi trabajo que la desnudez es inherente al ser humano. Quise convertir lo que tanta gente teme en algo normal y es lo que he hecho. A los 56 años hice una serie de desnudos y espero a los 70 volver a poner el cuerpo humano en el altar que se merece, venerando el paso del tiempo, dignificando al ser que envejece. ¿Por qué tiene que ser una vergüenza? ¿Por qué tiene que ser feo? Si muestra las señales de tu vida, de tu andar. Ese es el homenaje que quiero hacer. Pero eso está por ver, vamos a ver en qué punto de la vida me encuentran los 70 años.

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