Mi Martí

(figuraciones de una estudiante)

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Mi Martí

El más universal de todos los cubanos fue una vez, como yo, el niño que me acompañaba a la escuela llevando una rosa blanca en la mano. El niño que sorprendía con su cortesía perenne. El que preguntaba sus dudas sin temor, con su habitual curiosidad por lo bueno y por lo puro. Ese Marti era tan ingenioso como el mismísimo “Meñique”. Mi Marti fue creciendo conmigo, era ese amigo invisible que me inspiró a leer, a escribir y pensar.

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José Martí. Foto tomada de internet

Nadie lo veía, solo yo ensoñaba que corría junto a mi a la hora del recreo y me volvía a contar de su indignación ante la esclavitud, de su sufrimiento genuino ante una Patria oprimida por el yugo extranjero. Esa Patria que mis maestros, como quizá lo hiciera Mendive, me enseñaron a escribirla con mayúscula en acto de respeto y veneración a la nación misma.

Marti declamaba en los matutinos un sinfín de bellos poemas. Nos exhortaba a continuar estudiando, a cuidar la caligrafía, a no ofender a los más débiles, a los más pobres, a los diferentes. A demostrar la fortaleza a través de la gran fuerza del corazón. Luego, en la secundaria, Martí fue aquel adolescente que nos invitaba en todo momento a la honra y al decoro. Con diecisiete años me hablaba de Lino Figueredo y de las penurias de la vida en las canteras. Martí se tornó más serio y maduro a medida que yo crecía, pero siempre era amigo verdadero en mis dudas y preocupaciones. Lo comencé a recibir a veces en casa. Solía colgar su traje oscuro en la sala y ofreciendole siempre papel y pluma le invitaba a dejar correr su majestuoso pensamiento por sobre las infinitas cuartillas. Podía quedarme horas admirando su escritura, contemplando aquel anillo que decía Cuba, y que usaba como compromiso doloroso y urgente con su tierra y con su gente.

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Frase de Martí. Foto tomada de internet

Lo vi más tarde convencido de la importancia de la lucha, pero antes, de la importancia de la unidad de los cubanos. Martí de los tabaqueros de Tampa ¿Quién los hubiese reunido mejor?…Martí del exilio, Martí de Cuba. Martí en New York. Un Martí que luchaba contra la enfermedad, la incomprensión familiar, la incredulidad de algunos colegas hacia su estrategia unificadora y emancipadora, hacia su pensamiento preclaro y profundo, decenas de años más lejano que su tiempo. Nuestro Martí continuaba soñando la República con su alma de verso y pluma, de fragor y estrella, de auténtico pudor y cubanía. Ese Martí que soño la República como acción definitiva y contundente contra una España que no entendía en ningún término que no fuera el de la guerra. La guerra necesaria, y sin embargo: Marti de paz.

José Martí
Las escuelas en Cuba enseñan los ideales martianos. Foto tomada de internet

José Julian Martí Pérez, quien me enseñó el inigualable amor de padre leyendo el prólogo a Ismaelillo. Mi Martí apóstol, poeta, periodista, estratega, amigo, hombre de piel y huesos enamorado. Martí fue siempre el amigo a quien más admiré, y ha sido el más constante. Nunca ha faltado una palabra de sabio consejo donde he ido a buscarle.
La adultez tiene la desventaja de menguarnos los sueños, pero no de disolverlos. Por eso vuelvo a ser aquella niña que caminaba presurosa, ansiosa de llegar a la escuela para saludar la bandera de la estrella solitaria y hacerle un guiño a aquel pequeño caballero que me esperaba con una rosa blanca entre sus manos.

Autor: Fanny Laferté Zarza

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