No soy ni remotamente un especialista en la materia, en todo caso lo que conozco sobre el tema tiene su razón de ser en mi carácter de paciente crٕónico en algunos casos y eventual en otros, pero lo cierto es que como doliente que he sido, percibo que lejos de disminuir su incidencia en los hogares de las familias cubanas, esta aumenta cada día.
A la reconocida por las autoridades falta de medicamentos para atender a los que padecen de diabetes, a los hipertensos, a los asmáticos, entre otros, circulan informaciones recientes que añaden a esta lista, también entre otros, los antihistamínicos, los analgésicos
y los antibióticos.
Los funcionarios designados por las autoridades cubanas para atender y resolver este problema han explicado en reiteradas ocasiones las dificultades a las que se enfrenta el país (comprensibles en unos casos e incomprensibles en otros), para solucionarlo, pero lo cierto es que el problema no se resuelve, está presente en la vida de una buena parte de los ciudadanos que viven en Cuba.
Tampoco es un secreto que son muchas las familias cubanas que de alguna manera lo mitigan a partir de medicamentos provenientes del exterior, bien porque los llevan consigo cuando viajan o porque tienen familiares que residen permanentemente fuera de Cuba y se los hacen llegar por diferentes vías; incluso cabe decir que de esas acciones se benefician además de esas personas de manera directa, sus amigos y vecinos en virtud del espiritu solidario que caracteriza a los cubanos.
Y es en ese sentido, a partir de mi propia experiencia y de esa fuente inagotable de sabiduría que proviene de los que cada día sudan y trabajan por el bien de Cuba, que cabe cuestionar la actual política aduanera que limita a 10 kilos libres del pago de aranceles la importación de medicamentos que pueden realizar quienes ingresan a territorio cubano provenientes del exterior. Muchas de esas personas trabajan fuertemente para llevar o enviar esa cantidad, y creo firmemente que si no lo hacen en cantidades superiores es porque el exceso de 10 kilos requiere el desembolso de cierta cantidad de dinero para el pago de esos aranceles, y no siempre disponen de solvencia económica para hacerlo.
En momentos de crisis, y la falta de medicamentos puede catalogarse sin duda alguna como una crisis, deben aplicarse cuantas medidas contribuyan a minimizar el daño que ellas provocan; sobre todo cuando ese daño afecta directamente a la población en un tema tan sensible como la salud, por lo que sería muy atinado que mientras el gobierno no pueda resolver esta situación se valore la conveniencia de eliminar el límite a la cantidad de medicamentos que un viajero puede introducir en el país libre del pago de aranceles, lo que contribuiría al aumento del volumen de medicamentos que circularían en el país para finalmente llegar, de una manera o de otra, a manos de quien los necesite.
Probablemente existan funcionarios gubernamentales que argumentando diferentes razones, algunas de las cuales pudieran ser válidas, se opondrían a la aplicación de esta medida, pero a esos les recordaría que en las actuales circunstancias lo más importante es que la cubana o el cubano que necesite un medicamento para curarse pueda tenerlo a su alcance; los inconvenientes que se deriven de ello se pueden solucionar en otro momento, la enfermedad hay que curarla en el momento en que se presenta.
Con información de Cartas desde Cuba