¿Extrañas a tu «Vecino»? ese pared, con pared
Si hay algo que los cubanos extrañan en su exilio, es a los vecinos. Molestos como moscas a veces, acostumbrados a ellos, el silencio de los primeros días es el paraíso, pero luego la soledad nos subleva.
Y es que en Cuba el vecino es como si fuera parte de la familia: te da su vueltecita cuando estás enfermo, te acompaña cuando vas a resolver algo, te avisa cuando llega el picadillo de soya y te marca en la cola del pan…pero también es el que te pide azúcar, arroz, ajo, especies, pastillas para la digestión, el dolor de cabeza, la alergia…el que antes de que entres a la casa te grita ¡Oyeee te vinieron buscando en un tur! En fin, el que te quiere y te jode en un todo incluido.
Pero lo mejor de los vecinos es cuando alguien se muda: el primero que te hace la visita es el Presidente del CDR, que no pinta nada, pero es el que luego informa. Después llegan las chismosas del barrio, y no importa si vives en la Sierra Maestra o en el barrio cómico del Vedado, por cuadra, está establecido casi por plan, que haya dos o tres viejas chismosas, que no trabajan y que su única función social es ripiarle las tiras del pellejo al que les pase por delante de su portal.
Esas, son de las que se sientan sin presentaciones en la sala de tu casa y tú siendo de lo más cortés le brindas un café, pero no sabes cómo entraron: y con la cara más dura que un concreto te comen a preguntas: si estas casado y los niños que edad tienen, en qué trabajas y sin más acá y más allá, sin conocerte, para entrar en confianza vaya, te dicen que la hija se está divorciando, lo que venden (menos mal que soy periodista y no policía porque ya en solo 3 días me han propuesto desde juegos de sabana a 9 cuc hasta a 25 la libra(que se sobrentiende de qué es la libra).
En fin, que los vecinos son un mal necesario, aunque sean pared con pared. Pero si a mí me preguntan, múdese y si puede, llévese la pared.
Por: Orietta Dominguez González