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Todo comenzó en 2003 cuando la artista Martha Jiménez le pidió que posara para una escultura que iba a formar parte de un conjunto que animaría la Plaza del Carmen, en Camagüey, la ciudad donde nació el poeta Nicolás Guillén.
«Quiero representar a un señor mayor, de esos que leen los periódicos en las plazas cubanas«, le dijo la artista. «Pero yo soy chofer, Martha», le respondió Norberto Subirat Betancourt, que aún no se había jubilado.
Como solo se trataba de sentarse con el diario Adelante -oriundo de Camagüey- abierto en un banco, Norberto aceptó posar durante 20 días en jornadas de varias horas.
La obra primero fue de barro, y en 2014, para celebrar los 500 años de la ciudad, se materializó en eterno bronce.
Lo que no sospechaba su autora, ni probablemente tampoco el propio Norberto, era que esa estatua pasaría a ser un ancla de su existencia, enmascarada en una razonable fuente de trabajo. Desde que fue emplazada junto con las demás obras (Las Chismosas, Los Novios y El Carretillero), Subirat se sienta en el banco junto a su propia figura desde la mañana, recibe de los turistas monedas de CUC (equivalentes a los preciados dólares americanos) por sacarse una foto con él, y repite una y otra vez la historia de aquellas horas que se han convertido en años y lustros enteros, cuando la artista le pidió inmortalizar un momento en el que, por los vericuetos de los caminos de la vida, el tiempo se detuvo.