Son las 4:30 de la tarde de un día cualquiera de la semana en los terrenos de béisbol del antiguo Vedado Tennis Club, hoy círculo social José A. Echeverría, en La Habana.
Un grupo de niños pequeños entrena duro bajo el sol, aprendiendo los basamentos de este deporte y preparándose para la competencia provincial.
A su alrededor, un enjambre de familiares grita, ordena, corrige defectos y alguno que otro entra al terreno para ayudar a los profesores, que a veces no pueden controlar la intranquilidad propia de los niños seis o siete años.
Los transeúntes se detienen ante semejante espectáculo y, desde la cerca que los separa, se extasían viendo cómo los pequeños atrapan bolas o las golpean con fuerza, mientras se preguntan cómo es posible tener esas habilidades con tan poca edad.
A lo largo de todo el país los muchachos se organizan por categorías, participan en competencias regionales y nacionales formando parte de una pirámide que debe garantizar su desarrollo como atleta. Sobre la grama, hay pelotas y bates de aluminio de diferentes tamaños y colores. Cada jugador está uniformado y lleva su respectivo guante de béisbol.
Para muchos de esos transeúntes que siguen su camino arrastrando una sonrisa, la imagen que han visto será un reflejo de los esfuerzos que hace el país, en medio de tantos problemas económicos, para mantener vivo el deporte nacional.
Les costará entender cómo, a pesar de esa visión casi mágica, el deporte cubano está en crisis y el béisbol ha cedido terreno en competencias internacionales y en el gusto de las nuevas generaciones.
Carlos Mayón, profesor con 27 años de experiencia en estas lides, está a cargo del entrenamiento y desmonta la imagen idílica.
«Los recursos aquí son muy escasos, no nos llega nada. Puede ser que en un curso nos manden un par de guantes, pero pelotas ninguna, todo aquí se mantiene por el esfuerzo de los padres de los alumnos, y estamos hablando de todo, los implementos, el cuidado del terreno, etc. El apoyo de los dirigentes es muy poco», explica a DIARIO DE CUBA.
«Otra cosa que nos golpea es que en nuestro municipio no existe un terreno de béisbol propio que pertenezca al INDER como tal o al municipio de deportes. Este terreno donde estamos ahora pertenece a la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC) y, por un convenio, lo podemos utilizar, pero nunca los fines de semana, que es cuando más lo necesitamos para topar con otros equipos. Ninguna categoría tiene uno propio».
Durante la competencia provincial «tenemos que trasladarnos hacia otros terrenos a competir. No tenemos transporte; otra vez los padres resuelven uno y hay que pagarlo. El INDER no cuenta con esos recursos, o al menos aquí no llegan», dice resignado.
Escucho unas exclamaciones a lo lejos y veo a padres que se agrupan alrededor de una pareja que acaba de llegar cargando grandes maletines. Interrumpimos la conversación y nos aproximamos a la multitud. De los bolsos comienzan a sacar vistosos trajes de béisbol con los apellidos de los niños rotulados en la espalda. «Son los trajes para la competencia», me dice el profesor.
Una de las madres que revisa la mercancía aclara que el traje «cuesta 40 dólares (unos 1.000 pesos cubanos)».
«Los gastos que tenemos nosotros con nuestros hijos para que jueguen al béisbol son muchos. Tenemos que comprar el guante, los zapatos, el bate, las pelotas, pagar el transporte a las competencias, las meriendas… Desgraciadamente, aquí los profesores no tienen recursos y entonces nosotros tenemos que comprarlo todo para que ellos puedan entrenar y hacerse peloteros en un futuro. El INDER no da nada», agrega.
Al darse cuenta de la presencia de un periodista, los familiares ven una tribuna en la cual soltar sus insatisfacciones.
«A mi niño el otro día le compré un guante y me costó 25 dólares (unos 625 pesos cubanos). Si yo no tuviera ciertas posibilidades económicas, el niño no podría jugar pelota, claro que no», cuenta otra madre.
«Aquí vienen niños sin guantes y otro se lo presta, aquí mismo lo hemos visto, pero conozco también muchos niños que han dejado de venir porque sus padres no pueden mantener este ritmo de gastos. Es muy triste, esos niños sufren con eso», lamenta una madre que se presenta como la delegada del equipo.
«Esto es un sacrificio muy grande porque son nuestros hijos y sabemos que le gusta el béisbol, se está perdiendo nuestro deporte nacional y el fútbol le está ganando la batalla. Hay que hacer algo y rescatar nuestra pelota», comenta otra que tiene dos hijos en la misma categoría.
Haciendo cálculos y teniendo en cuenta que el salario medio mensual en la Isla no supera los 30 dólares al mes, es fácil imaginar los sacrificios que tienen que hacer los padres para mantener a esos niños jugando al béisbol.
«No es un requisito que el niño vaya uniformado, pero bueno, siempre los padres hacen un esfuerzo con eso», dice el profesor. «A veces hay alguno cuyos padres no tienen los recursos necesarios y, si se mantiene aquí, buscamos la forma de resolverlo, se recolecta entre todos ese dinero, o se busca una solución».
«El béisbol en nuestro país se ha convertido en un deporte extremadamente caro para practicarlo. Intentamos que el niño cuyos padres sean de bajos recursos y tiene talento, no se nos pierda. Nosotros, como entrenadores, no le damos la espalda, todos llevan el mismo tratamiento, lo que pasa es que hay niños a los que sus padres, al ver todos estos gastos, por vergüenza o por pena con los otros, simplemente no los traen más», dice con tristeza.
Para los profesores que están en los terrenos de béisbol la situación también es precaria.
«Yo soy licenciado y gano 570 pesos cubanos al mes, los entrenadores más jóvenes ganan menos. Muchos pierden el interés después de hacer su servicio social de dos años; aquí se pasa mucho trabajo en los entrenamientos y van perdiendo el amor por esto. El sacrificio de los que se quedan es grande porque no hay recursos, es muy duro trabajar en la base, hay que amar demasiado este deporte, porque son demasiadas las dificultades que existen».
La solución a este problema no parece fácil de encontrar bajo las condiciones actuales y ante la inmovilidad de los dirigentes.
«El país no está en condiciones de mantener esto, hay que buscar variantes», dice Mayón. «No sé si a través de las firmas extranjeras que están en Cuba, que financien el deporte, porque realmente cada año que pasa son menos los recursos disponibles, y cada vez nos vamos alejando más de los primeros lugares en el mundo. A este paso, cada vez los resultados van a ser peores».
Carlos Mayón cuenta además que las escuelas no dan permiso para que los atletas puedan salir antes y así aprovechar al máximo los entrenamientos. Cuando cambia el horario y oscurece más temprano, apenas se puede trabajar en el terreno.
El otro profesor que lo ayuda lo reclama para dividirse el trabajo por áreas defensivas. Nos despedimos y me alejo lleno de dudas, con el tanque del pesimismo lleno y asombrado de cómo a pesar de todo siguen surgiendo peloteros de calidad en esta tierra.
Con información de DC