Varias iglesias han emprendido en los últimos días una campaña contra el matrimonio entre personas de igual sexo. Cuba va camino de una reforma constitucional y Mariela Castro Espín prometió que esa reforma abrirá las puertas para unas modificaciones legislativas al respecto.
La hija de Raúl Castro y directora del CENESEX aludió, además, a la sensibilidad sobre el tema mostrada por el presidente Díaz-Canel.
Reaccionando contra todo esto, la Iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba emitieron el pasado 28 de junio un comunicado de tres puntos en contra del matrimonio homosexual.
El primero y el tercero de esos puntos se basan en la interpretación de la Biblia y caben dentro de la doctrina religiosa. El segundo, en cambio, apela a lo incompatible de «la ideología de género» con «nuestra cultura, nuestras luchas de independencia [y] los líderes de la Revolución». Y llega a acogerse a la ortodoxia comunista de «la antigua Unión Soviética, China, Vietnam (…) y Corea del Norte».
Más allá de lo cuestionable que sea en este caso apelar a tradiciones nacionales y a unas luchas de independencia concluidas a fines del siglo antepasado, resulta verdaderamente problemático que un grupo de religiosos procure hoy sus alianzas entre las convicciones retrógadas de los viejos líderes del castrismo y cite como ejemplos de pureza ideológica a régimenes comunistas, algunos de ellos desaparecidos.
Avivar, como procura ese comunicado, el rechazo de los «líderes de la Revolución» por «la ideología de género», es entrar en complicidad con una política que llevó a homosexuales a campos de concentración, política sobre la cual Mariela Castro Espín evita toda investigación histórica, ya que arrojaría la responsabilidad de su propio padre.
Cuando la Iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba hacen reclamos a la sensibilidad de la gerontocracia castrista, no pueden descontar de esos reclamos la historia de represión que incluye, entre otros crímenes, a las UMAP.
Habría que añadir a lo anterior que el pasado sábado una de las iglesias firmantes de dicho comunicado, la Iglesia Metodista, realizó un ayuno contra el matrimonio homosexual que, tal como mostraron las imágenes, involucró a niños. La Iglesia Metodista los utilizó de modo muy semejante a cómo los utilizan en sus campañas las autoridades castristas, las de China, Vietnam y Corea del Norte, por no hablar de la extinta Unión Soviética.
Todo grupo de fieles o de ciudadanos tendría que gozar en Cuba del derecho a expresar, en comunicados y campañas, su disconformidad y oposición ante cualquier cambio legislativo. Quienes creen en la libertad de expresión no pueden negar el derecho de las denominaciones religiosas a reaccionar, bajo el dictado de sus respectivas doctrinas, a la vida política del país. Sin embargo, cuando los pronunciamientos y campañas de esas denominaciones religiosas claman por una historia de represión, castrista o norcoreana o soviética, y suponen el uso político de niños, lo que hacen es corromper, más de lo que ya lo está, el espacio público cubano.
Pastores y feligreses de la Iglesia Evangélica Pentecostal Asambleas de Dios, las Convenciones Bautistas Occidental y Oriental, la Liga Evangélica de Cuba y la Iglesia Metodista en Cuba deberían entender que no es esta la clase de activismo a la que tendríamos que aspirar en Cuba. Porque de una verdadera sociedad civil no se espera que repita y reclame las peores políticas del Estado.
Con información de DC