DECOMISOS Y MULTAS: NUEVA ARREMETIDA CONTRA CUBANOS QUE VIVEN DEL MAR

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La familia de Joaquinito Bustamante, de 40 años, siempre ha vivido del mar, pero en los últimos días ha quedado sin sustento gracias a una nueva arremetida del Gobierno. Lo mismo le ha ocurrido a otras familias cubanas de Jaimanitas. La mayoría de los afectados tiene miedo a hablar tras el hostigamiento que han sufrido.

«Pero yo no tengo miedo —dice Joaquinito—, a mí me quitaron el ‘corcho’ (embarcación precaria), los avíos y el trasmallo; además, me pusieron una multa solo por pescar. ¿Qué más tengo que perder para encabronarme?»

Joaquinito recuerda dos grandes arremetidas anteriores, realizadas por el Gobierno contra los pescadores luego de aprobada en 1999 una ley que prohibía la pesca en embarcaciones rústicas, o de mayor calaje, no autorizadas por Capitanía del Puerto.

«La ley se aprobó en el 99, pero no se puso totalmente en marcha hasta 2012, cuando los barcos guardafronteras comenzaron a recoger a los ‘corcheros’ (pescadores) en el mar, a decomisarle la embarcación, los avíos y el pescado», relata.

«Si no querías subir al barco, te lanzaban garfios y te volcaban el ‘corcho’ y tenías que subir de todas formas. Entonces, la multa era mayor».

«A pesar de la represión, los pescadores continuamos viviendo del mar para mantener a nuestras familias. En 2015 volvieron a la carga, a volcar ‘corchos’, decomisarlos, incautar los avíos, quitar el pescado y poner multas. Recuerdo que aquella vez hubo un intento de formar un gremio de pescadores y reclamar, pero la idea no progresó por el miedo de la gente».

Cuba
Tomada de DC

Carlos, de calle Tercera, es uno de los pescadores más viejos del pueblo. Construyó un «corcho» con medios propios y sobrevive vendiendo minuta de pescado, a un CUC la libra de roncos, gallegos, mojarras y rabirrubias que pesca en el canto del veril.

En una noche reciente tuvo que huir despavorido, cuando escuchó en el eco del mar el grito de aviso de los «corcheros» para anunciar peligro: «¡Ahí viene la ‘monada’ (Policía)!».

«Tuve que soltar un pez que tenía enganchado, y luego perdí el farol mientras remaba a la carrera hacia la orilla para salvarme… ¡y lo conseguí! Pero guardafronteras cogió a Javier y a Picúa, les decomisó los ‘corchos’ y les quitó lo avíos y el pescado. Además, les pusieron multas. Ahora esos pobres no tienen con qué mantener a sus familias».

Históricamente, los pescadores de Jaimanitas y Santa Fe han sido famosos en La Habana por sus habilidades. Los vecinos de la zona todavía recuerdan al difunto Papín, un pescador que en 2010 quiso agruparlos en un gremio de «corcheros», para reclamar ante las autoridades por la represión que sufrían.

«Papín fue el único que tuvo valor para enfrentarlos. Incluso fue a ver varias veces al jefe de Capitanía del Puerto, a presentar quejas de los pescadores del litoral, porque les prohibían realizar el oficio que siempre habían tenido: pescar. Pero lo esquivaron todo el tiempo. La secretaria le decía a Papín que el jefe de Capitanía estaba para una reunión, o visitando un puerto, y nunca le dio la cara», asegura Carlos.

«Era una reclamación en regla, yo fui uno de los que la aprobó. Pero no se logró nada. Ahora llegó otra arremetida contra los ‘corcheros’ y muy pocos se deciden salir a pescar. Y, el colmo, han situado policías marítimos en motos acuáticas que van buscando a los pescadores submarinos. Cuando encuentran la boya, esperan a que suban y les decomisan desde la careta hasta las patas de ranas. ¡Tremendo!»

Con la represión el precio del pescado se ha disparado. Una ensarta de dos loros y una cubera, que en total no pasa las tres libras, se vende en la calle a seis CUC, (150 pesos nacionales). Y la libra de pulpo alcanzó esta semana los cuatro CUC. La carne de caguama y de peces como el serrucho, la aguja y el castero, están desparecidas de escena.

«El precio del pescado se ha vuelto una locura», dice Rubén, intermediario que está sacando ganancia del río revuelto. «Ayer una cojinúa por la que un corchero pedía 12CUC se la llevé a un yuma y me dio 25CUC. Así mismo estoy sacando un dineral del pulpo y el cobo».

Cesar, un pescador de calle Primera, cree que son los extranjeros y los restaurantes particulares los que están imponiendo los precios.

«Lo copan todo y la gente común, que no puede pagar ese precio, tiene que morir en el Mercomar (pescadería estatal), comiendo pescado malo».

Los residentes en antiguos pueblos de pescadores de La Habana, consumidores tradicionales de pescado, encuentran en el Mercomar pocas opciones.

«Picadillo de sabe Dios qué pez y especies de agua dulce como claria, tilapia y tenca, que saben a tierra», dice Mireya, hija y nieta de pescadores. «Ya no recuerdo el aroma de un bonito, o una palometa. Esos tiempos no volverán».

Un «corchero» que amarró su barquito al muelle y teme salir a pescar mientras haya «mal tiempo», pide anonimato por miedo a que, por hablar, le quiten el «corcho», los avíos y le pongan multa.

«Si nos uniéramos y reclamáramos nuestros derechos, tal vez nos escucharían. Pero es más fácil rendirse y bajar la cabeza», dice. Lamenta que la arremetida vaya «contra la subsistencia de la gente que, como en cualquier parte del mundo, vive del mar».

Tomado de DC

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