QUÉ CAMBIA Y QUÉ SIGUE IGUAL EN CUBA TRAS EL FIN DE LA ERA CASTRO

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«Raúl Castro encabezará las decisiones de mayor trascendencia para el presente y el futuro de la nación», dijo Miguel Díaz-Canel en su primer discurso como presidente del Consejo de Estado y de Ministros de Cuba.

No es lo que cabría esperar de alguien que acaba de asumir —en teoría— el cargo de mayor trascendencia en el país, con el respaldo del 99,83% de la Asamblea Nacional. Pero así funcionan las cosas en Cuba, donde el inmovilismo prima por sobre cualquier otra tendencia, y el poder decisorio real está en manos de una reducida casta de dirigentes desde la Revolución de 1959.

Sin embargo, sería erróneo y apresurado decir que da lo mismo que Raúl Castro haya delegado al menos parte de sus atribuciones en un representante de la generación posrevolucionaria. Aunque más no sea porque es un anticipo de lo que se consolidará en los próximos años, cuando él y sus compañeros de armas ya no estén en condiciones físicas de seguir gobernando.
El paso al costado que dio Fidel Castro en julio de 2006 abrió un período de transición encabezado por su hermano Raúl, que impulsó tímidamente algunas reformas. El traspaso a Díaz-Canel podría implicar una profundización de ese proceso. Seguramente no habrá transformaciones profundas. Pero sí se pueden esperar cambios.

Díaz-Canel nació en 1960, cuatro años después de que Fidel y Raúl Castro, junto al CheGuevara, Camilo Cienfuegos y otros guerrilleros, se internaran en la Sierra Maestra, desde la que combatieron a la dictadura de Fulgencio Batista. El dato no es menor, porque el origen épico de los revolucionarios es el principal argumento de legitimación de un gobiernoque surgió prometiendo una sociedad libre e igualitaria, pero terminó convirtiéndose en otra dictadura.

Tampoco es menor que se trate de un civil. Como todo régimen autoritario, el cubano necesita sobreactuar la fuerza. Por eso los militares tienen un lugar mucho más preponderante del que tienen en cualquier democracia promedio. Es una debilidad, pero al mismo tiempo puede ser una oportunidad.

Es cierto que no carece de toda experiencia militar. Fue durante tres años oficial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Pero su formación es como ingeniero electrónico, y la mayor parte de los cargos que ocupó fueron civiles. Primero como profesor universitario y luego como dirigente de la Unión de Jóvenes Comunistas, su puerta de entrada a la vida partidaria.

«La diferencia mayor entre unos y otros es que los más jóvenes no deben su autoridad a la participación en la Revolución, sino a la lealtad hacia la generación histórica. Esa lealtad los limita, sobre todo mientras vivan los viejos líderes, pero también los obliga a construir su liderazgo frente a la ciudadanía sobre nuevas bases. Creo que, en principio, la mayoría de los miembros jóvenes del actual Consejo de Ministros es partidaria de las reformas, lo que no puede decirse de la mayoría de los líderes históricos», explicó a Infobaeel historiador cubano Rafael Rojas, profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas, en México.

El salto de Díaz-Canel se produjo en los 90, cuando llegó a ser zar del Partido Comunista de Cuba (PCC) en la provincia de Villa Clara, donde hizo algunos cambios burocráticos que le permitieron ganar cierta fama de modernizador. Luego empezó a trabajar en Holguín, donde terminó de consolidar su nombre. En 2003 Raúl impulsó su ingreso al Buró Político del PCC, en 2009 lo nombró ministro de Educación y en 2013 lo ascendió a la vicepresidencia del Consejo de Estado, perfilándolo claramente como el sucesor.

«Su relación generacional, sus experiencias vividas, su nivel educacional, lo hacen una persona de la cual se puede sospechar mayor vocación de cambio que la gerontocracia que ha estado en el poder. Cuando lo comparas con alguien como José Ramón Machado Ventura (miembro del Buró desde 1975 y ex vicepresidente del país entre 2008 y 2013), te das cuentas de que hay una diferencia considerable a favor de Díaz-Canel», dijo a Infobae el sociólogo cubano Haroldo Dilla Alfonso, director de la oficina en Santiago de Chile del Instituto de Estudios Internacionales de la Universidad Arturo Prat.

«En principio, cambios estructurales no habrá. Dos cuestiones se han mencionado: regular a dos mandatos los principales cargos públicos, y separar lo estatal de lo empresarial, que derivaría, siendo consecuentes, en una separación futura de los cargos de jefe de Estado y jefe de Gobierno», explicó el abogado y pedagogo José Augusto Ochoa del Río, profesor de la Universidad de Holguín, Cuba, consultado por Infobae.

Para descartar cualquier posibilidad de que haya un giro pronunciado en el corto plazo, los primeros tres años de Díaz-Canel en la presidencia serán tutelados por Raúl Castro, que permanecerá como primer secretario del PCC. La Constitución cubana le otorga al partido un estatus supremo, así que era literal la afirmación de que el flamante ex presidente seguirá tomando «las decisiones de mayor trascendencia».

«Cualquier acción que vaya a hacer al frente del Estado va a estar acotada por lo que se decida en el Buró Político —dijo Dilla Alfonso—. Cuál va a ser la autonomía que le dará éste al aparato administrativo es una incógnita. Creo que Raúl le va a dar cierto margen, porque es más pragmático que el hermano, que sentía que el mundo se acababa con él. Entonces no creo que el problema que tenga Díaz-Canel vaya a ser cómo coexistir con Raúl, sino cómo consolidar su poder para cuando la vieja guardia desaparezca. Allí hay personajes claves, como Machado Ventura y Ramiro Valdés. Hay que ver cuánto trabaja Raúl para fortalecer la figura de Díaz-Canel».
Castro hizo el jueves algunos anuncios que pueden servir para proyectar cuál será su actitud mientras dure la transición. Dijo que habrá una reforma constitucional que creará la figura del primer ministro y que su heredero lo sucederá también al frente de partido en 2021, cuando se realice el VIII Congreso.

Pero ni siquiera después de tener el mando del partido se espera que Díaz-Canel tenga las potestades unilaterales que tuvo Fidel, ni una autoridad comparable a la de su hermano menor. Extinta la autoridad carismática de la familia Castro, se va a pasar a un esquema de gobierno menos autocrático. «Una nueva institucionalidad postotalitaria, con pluralismo burocrático», según la definición del politólogo cubano Arturo Lopez Levy, profesor de la Universidad de Texas.

Probablemente Díaz-Canel no pueda eternizarse en el cargo, sino que tendrá que cederle el paso a otro miembro de la nueva generación tras dos mandatos de cinco años. Al igual que Raúl, él mismo podrá controlar su propia sucesión, ya que permanecerá tres años más como jefe del PCC.
Una gestión más colegiada en la cúpula podría habilitar una mayor apertura política. Es una posibilidad. Pero una hipótesis alternativa es que, con un mando debilitado, se fortalezcan los jerarcas que controlan las áreas más sensibles de la economía y de la administración pública, obturando cualquier posibilidad de cambio.

El filósofo Juan Antonio Blanco, director ejecutivo de la Fundación para los Derechos Humanos en Cuba, es muy poco optimista respecto del margen de acción que tendrá Díaz-Canel para introducir modificaciones en el sistema. «El poder está en manos de un grupo reducido de personas, una elite que ni siquiera se puede identificar con una institucióncomo el Buró Político o el Estado Mayor de las FAR», sostuvo en diálogo con Infobae.

«Es un grupo de no más de 100 individuos, en su inmensa mayoría militares de alto rango, que están en el Ministerio de Interior o en el aparato de administración de empresas de las FAR. Ahí se cocinan las grandes líneas de lo que es posible hacer y de lo que no. A partir de eso es que el partido toma sus directrices y luego se las asigna al gobierno».

«¿Se va a producir un cambio democrático en Cuba?», se preguntó Dilla Alfonso. «No —respondió tajante—. Eso no está planteado. La clase política no tiene presiones para eso. La que presiona es la oposición, que está diezmada. Pero no hay ninguna demanda fundamental que apunte a una democratización. Tampoco hay demandas de privatización de la economía. La clase política es renuente. Puede ser porque tienen una filiación socialista o porque están haciendo una acumulación originaria para ellos y sus familias a expensas del Estado, un botín que se vería amenazado con la privatización».

Descartada toda posibilidad fáctica de una transformación profunda del sistema político y económico, lo que se verá en los próximos años es si Cuba puede al menos encarar reformas que le permitan ser una sociedad un poco más abierta. El desafío de mínima sería avanzar en serio con el proceso que, con marchas y contramarchas, inició Raúl Castro poco después de asumir.

«El sistema en Cuba es hoy muy represivo y autoritario, pero no es totalitario como era en los 70 y 80 —dijo Dilla Alfonso—. Pide más la obediencia que el corazón. El totalitarismo te pedía que obedecieras y que además estuvieras contento. Ahora, por ser opositor, te meten preso tres días; antes eran 30 años. En el pasado no podías salir del país; ahora sí, de vez en cuando. Hay una diferencia sustancial. El sistema se flexibiliza inevitablemente. Pero, ¿cuánto más puede flexibilizarse?».

En este punto, la economía y la política se articulan. Que el sistema de comunicaciones sea tan obsoleto es un obstáculo para el desarrollo económico. Pero una apertura implicaría también mayores facilidades para la circulación de información, algo que inquieta a los sectores más recalcitrantes del régimen.

Todo hace presumir que Díaz-Canel y sus asesores de confianza tienen la voluntad de ir en esa dirección. Saben que, de lo contrario, el país no tiene futuro. Lo incierto es si podrán vencer las resistencias de la vieja guardia, que es demasiado conservadora.
«Tienen una mentalidad congelada en el tiempo. Su concepto del poder es de suma cero. Los tecnócratas les dicen que hay que abrirse al sector privado, que no tiene porqué ser antagónico. Les dicen que si la gente prospera el país se va a estabilizar y la economía va a mejorar. El mensaje es que así su control se va a consolidar más. Pero ellos no razonan así. Ven al poder como una estructura monolítica y quieren controlar todo. Por eso tienen al país paralizado», sostuvo Blanco.

Hasta ahora, es muy difícil saber cómo puede resultar esa disputa. Sobre todo porque Díaz-Canel —por convicción o por conveniencia— no tuvo más alternativa que sobreactuar la obediencia con los cánones de la Revolución. Pero a partir del proceso que se abrió el pasado jueves, que se consolidará en 2021, cuando asuma el liderazgo del partido, podría empezar a mostrar cierta autonomía.

«Todo depende del grado de protagonismo que alcance Díaz-Canel en la conducción política diaria del país —dijo Rojas—. Es ahí donde se juega la suerte de la sucesión y, en buena medida, del futuro político de la isla. Si Díaz-Canel y otros miembros mas jóvenes de la clase política intentan un contacto más directo con la ciudadanía, para consolidar su base social, estaríamos en presencia de los inicios de un cambio en la construcción política de los liderazgos en Cuba. Mi impresión es que una de las funciones de Raúl Castro y Machado Ventura será controlar ese proceso».

En cualquier caso, sin una mayor renovación generacional, no será fácil que avancen las reformas. «Para que ocurra una democratización, aunque sea mínima, haría falta que esa elite de poder se termine de reciclar», dijo Blanco. «De lo contrario, que todo luzca diferente no significará que hayan cambiado las cosas».
Con información de Infobae

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