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VENTA DE PRODUCTOS ROTOS O CADUCADOS EN LAS TIENDAS DE CUBA

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Dos chancletas de un mismo pie, gafas con los cristales rotos, vestidos deshilachados, vasos y tasas con cuarteaduras: son solo algunos de los muchos sinsentidos que podemos encontrar en oferta dentro de las tiendas cubanas.

Más allá de los exagerados gravámenes que les sitúa el gobierno a cada uno de los artículos que importa desde el exterior o la discutible calidad de los mismos, las shoppings no se limitan en su afán recaudador y venden hasta su basura, si fuera necesario.

“En cualquier lugar del mundo te hacen ofertas y descuentos, pero nunca te venden objetos dañados o vencidos como aquí. No sé cómo no les da vergüenza ofertar un cubo sin fondo, o un muñequito de biscuit al que le falta la mitad. Siento como si se estuvieran burlando de mí”, confiesa una joven universitaria que busca una lámpara intacta entre los trastos viejos de una vidriera en Santa Clara.

Además de la existencia de tiendas dedicadas expresamente a la comercialización de artículos morosos y dañados, es muy normal que en cada shopping se destine un espacio a la exhibición de esos residuos que las corporaciones cubanas identifican eufemísticamente como “mermas comercializables”.

“No es lo mismo que te vendan un ventilador con las aspas partidas, que se las puedes cambiar después sin que ello afecte su funcionamiento. Eso tiene sentido, pero ¿a quién se le ocurre vender una de estas lámparas rotas?, Si acaso podrás reutilizar los tornillos, ¿no? Es vergonzoso”, reitera la muchacha.

Muchas veces te encuentras un televisor con la pantalla desecha bajo el rótulo de “daño estético”, cuando no hace falta ofrecer demasiadas explicaciones para comprender que se trata de un deterioro de funcionamiento. Pero esas circunstancias les permiten medrar a no pocos trabajadores de las shopings cubanas.

“Yo no lo hago, pero sí hay quienes descosen un pulóver o un pantalón, o le dan un codazo a una olla eléctrica, para después guardarlos en el almacén hasta que se decida rebajar sus precios, o asignarlos a los trabajadores por planes especiales de venta. Es una manera de luchar, y hacerse de algunas cositas que de otra manera nunca conseguirías”, explica una dependienta de la Cadena de Tiendas Caribe.

Existen inspectores para determinar la caducidad de esos artículos. Son las personas capacitadas para dar de baja un producto, y también ellos sacan su buena tajada en la medida en que favorecen a los tenderos y gerentes de las diferentes unidades recaudadoras. Pero ninguno de ellos se llevan la basura a casa, esa se queda en las vidrieras. Y lo más cuestionable no es que se comercialice, sino sus altos precios.

Por otro lado, están los cosméticos y los alimentos, que dan cabida a toda una red de corrupción y engaño al consumidor.

La dependienta nos explica que cada producto tiene programada tres rebajas al año, pues a medida que se acerca la fecha de caducidad debe irse reajustando el precio de la mercancía. Pero en la práctica todas las rebajas se realizan en los días finales, y se llegan a expender productos vencidos sin tomarse demasiado en serio los perjuicios que pueden provocar a la salud humana.

(Estas botellas de aceite se expendieron vencidas en varias tiendas de Santa Clara. Y en algunos de esos comercios jamás se les aplicó el último descuento programado)

Asimismo, cuando se producen las mencionadas rebajas no suceden al unísono, y entonces no resulta nada raro que un gerente mueva productos vencidos hasta otra unidad —casi siempre más pequeña o apartada de los centros urbanos— para continuar vendiendo allí el producto al precio original, o con un ligero descuento al precio original, y entonces embolsarse los diferendos. El pueblo siempre lleva las de perder, en cualquier caso.

Al iniciarse la crisis de los 90, en las shoppings solo podían comprar los extranjeros y las minorías beneficiadas con remesas familiares; se suponía que todo lo que se recaudara se revertiría en bienes y servicios para las mayorías humildes. Pero con los años ese mito se desmoronó: Hace rato esas tiendas perdieron el sentido de Robin Hood con que supuestamente fueron creadas: aquel objetivo expreso de sacarle el dinero a “los ricos” para favorecer a los pobres.

Hoy, no son los comercios de una minoría que recibe ayudas desde afuera; son la única alternativa de las mayorías humildes. Pero el gobierno sigue aplicando onerosos gravámenes a todo cuanto importa en el mercado internacional. Ceba sus arcas triplicándole los precios a esos mismos trabajadores a los que les paga menos de 1 CUC al día. Por si fuera poco, cada día se venden productos dañados y caducados, con precios todavía superiores a los de importación.

Tomado de Cibercuba

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