El patio de mi casa
En Cuba después que aprobaron la ley de compra y venta de las viviendas ya nadie quiere permutar…Usted va caminando tranquilamente por las calles y se puede topar los letreros más disimiles para hacer la propuesta.
Puede que encuentre que hay casas en un pueblito innombrable que valen más que todas las obras del museo de Pompadur o el Louvre, o por el contrario otras en el Centro de la Habana que parece que te están tomando el pelo cuando te dicen el precio, por barata claro.
¡Y es que, en Cuba, el tema de la vivienda es tan álgido como hablar de los precios de la comida o la política…porque tener una casa mira que cuesta! En la esquina de mi barrio vive una familia con la madre, 5 hermanos y dos nietos con sus respectivas parejas…y no pasan de los 20 metros… ¿se imaginan a la hora del baño? Hay refranes que el que se casa, casa quiere, pero ¿dónde?
Es una fórmula que no falla y al carajo las leyes de urbanismo o Patrimonio, el que paga manda que después de los años 90s en Cuba la Arquitectura se deprimió a la par de la economía.
Y una vez más desarrollamos nuestra inventiva y en un cuarto hacemos un palacete: el garaje se vuelve la sala, en el medio portal un cuarto, se le compra medio metro al vecino, se tumban los corrales de puerco: (ojito esta es en última opción que según el dúo musical Buena Fe hay que proclamarlos el mamífero nacional) Y ya está una casa con todas de la ley, ilegal por demás para evitar el papeleo y claro el peloteo, que bien puede valer unos 8 mil cuc. ¿Qué les parece? Sino, con las cortinas hacemos las divisiones y todos con el mismo contador, lo malo es cuando llega la cuenta de la empresa eléctrica, ¡se arma la gorda!
Mira nada más que al cubano le cae un poquito de plata, enseguida se sabe: piso greys pal’ portal, plaquita por lo de los ciclones, en las paredes laja y las ventanas de madera y con cristales o rejas. Todo un fortín y si te queda espacio para la terraza cemento y pintura.
Ahora bien, en Cuba en estos momentos si el patio de tu casa es particular, véndelo…
Por: Orietta Dominguez González