En Cuba, son muchos los “inventores”. Los criollos resultan mundialmente reconocidos por su capacidad de “crear” para poder salir adelante debido a disímiles dificultades. Ingenio y creatividad se unen para dar a luz ejemplos de que derrochan la más sana creatividad.
Y como en la Isla no se sabe cuándo algo puede hacer falta, los cubanos se la pasan guardando, reciclando e inventando. Una muestra son las latas de refresco o cerveza.
Uno de los usos más comunes que los antillanos hacen de este tipo de lata resulta la confección de pequeños juguetes como carritos, animalitos y muñecos. En su elaboración, combinan el metal con otros materiales. Dichos juguetes los venden en pequeños puestos alrededor de los lugares más céntricos de pueblos y ciudades, o en las fiestas populares locales.
Asimismo, recortan el material dejando su fondo. Este puede ser útil como molde a la hora de hacer dulces como pequeños flanes, pudines y los famosos durofríos caseros. O bien servir como envase para servirlos.
Por otro lado, elaboran ceniceros con ellas. El fondo de la lata se recicla y es útil a la hora de echar las cenizas. Si el criollo se pone creativo, puede hacer algunas piezas dignas de admirar.
Los quinqués hechos de lata son otra de las especialidades de los cubanos. Fueron muy útiles en la década de los años 90 en la Isla por los “alumbrones” a los que estábamos acostumbrados.
Con las latas, los antillanos también confeccionan útiles para el hogar, por ejemplo, floreros o portavasos. Además, pueden servir para ubicar los materiales de oficina en ellas.
A la par se convierte en un negocio. Está el recogedor de latas que se encarga de venderlas a quienes se dedican a transformarlas a través de la inventiva o a la empresa que las recicla para otros usos de tipo industrial.