Cubanos famosos y a la vez desconocidos

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Señoras y señores, no queda duda de que el “cubaniche está donde quiera”, como reza esta frase muy popular en la Isla. Y es que existe una serie de isleños prácticamente desconocidos, los cuales han permanecido en lugares claves y en momentos trascendentales de la historia universal.

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Por ejemplo, Manuel del Socorro Rodríguez, fundador del primer periódico de Bogotá, Ramón Roa, secretario del presidente argentino Faustino Sarmiento y Diego Grillo, famoso pirata nacido en La Habana.

Este último, un mulato hijo de madre africana y padre español, se convirtió en almirante británico. Se desconoce si murió en manos de los españoles o disfrutando de su fortuna en Inglaterra.

Aparece así Doña Inés, cubana que amamantó a Bolívar. Narra que la madre del Libertador se encontraba enferma de tuberculosis y no podía amamantar a su hijo. Acudieron entonces a Inés Mancebo, de ahí que el primer alimento de Bolívar fuese proveniente de una cubana.

Esta señora era santiaguera y se casó con Fernando de Miyares, quien después fuera Gobernador General de Venezuela.

Le llega el turno a Pablo Lafargue, mulato santiaguero que conoció a Karl Marx y se convirtió en su seguidor. El filósofo alemán escribió más tarde a su socio Federico Engels que el chico empezó a encariñarse con él, pero traspasó su afecto hacia su hija. Dicho joven se casó con la muchacha.

Otro yerno “cubaniche” fue Pedro Antonio Santanilla, de Santiago también. Se casó con la hija del prócer mexicano Benito Juárez. Durante la lucha contra la invasión francesa en México, este cubano se quedó en Estados Unidos cuidado a la familia del Benemérito y enviando armas a los patriotas.

Asimismo, fuentes aseguran que el habanero Guillermo Pérez Dressler ayudó a Gustavo Eiffel en la construcción de su torre y se convirtió en su mano derecha, al grado de corregir varios diseños.

Por otro lado, está la monarca cubana en Luxemburgo. En 1959 emigró desde el barrio habanero de Marianao María Teresa Mestre. La joven estudió en Suiza, donde se enamoró de uno de sus compañeros, el Gran Duque Heredero de Luxemburgo. En 2000, la cubana se convirtió en monarca de ese país.

Un par de años después visitó La Habana con sus cinco hijos y expresó que «hay algo muy fuerte que he descubierto y se llama cubanía, un sentimiento que, cuando uno crece en una familia cubana, no se pierde nunca. Aunque no vivan en Cuba, crecen con Cuba, comen cubano, hablan cubano, sienten cubano y el corazón late cubano».

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