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DROGAS, UNA RULETA RUSA AL COMPÁS CUBANO

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«No vendo ni ‘yerba’ ni ‘piedra’ a menores de 18 años, ese es mi secreto», confiesa Yayito, un jíbaro (vendedor de drogas) que desde casi una década tiene establecido su negocio en barriadas del oeste de La Habana.

Con esta filosofía de no vender drogas a menores de edad supone que compra una especie de boleto a la impunidad o una rebaja de condena, en caso de que las autoridades policiales decidan poner fin a su carrera de traficante.

«Sí, porque Yayito lleva años en el giro y la Policía nunca lo cita ni de casualidad», comenta Oraldo, un consumidor de las cercanías, insinuando que este jíbaro colabora con el Departamento Técnico de Investigaciones (DTI).

Comentarios similares suele ser frecuentes en el ambiente del tráfico y el consumo de drogas en la Isla. Es también parte de la paranoia nacional, en un país donde «nos educaron para vigilarnos los unos a los otros», justifica Yayito ante los comentarios sobre su presunta colaboración con el DTI.

Cuba
Tomado de Internet

Familiares de jóvenes «enganchados» al consumo de drogas —principalmente la «piedra» [crack]— se quejan de que la política «Tolerancia 0» respecto al fenómeno se aplica muchas veces a quienes la consumen y no a quienes la trafican.

En los cálculos de Lourdes Pilar, madre de un joven de 22 años enganchando a la «piedra», en los operativos contra el narcotráfico por cada «jíbaro» condenado son penalizados cuatro consumidores.

«A los consumidores más afortunados le conmutan la pena carcelaria por el internamiento en un hospital psiquiátrico, siempre que delaten a otros consumidores», dice Lourdes Pilar.

Otros padres, como Ernesto y Amelia, han optado por consumir marihuana junto con sus hijos, «en la tranquilidad del hogar». Suponen que con esta estrategia controlan el consumo de sus hijos, crean «un clima de confianza» y los alejan de caer en operativos policiales «donde pagan justos por pecadores».

«Las instituciones de Salud Pública en realidad no tienen cómo confrontar el creciente índice de consumo de estupefacientes», declara bajo condición de anonimato una especialista en Psiquiatría General con 15 años de experiencia.

«En primer lugar la política del Gobierno para responder a este fenómeno es punitiva y judicial, no científica. Tenemos indicaciones de no revelar cifras de pacientes consumidores que acuden en nuestra ayuda. Por ende, resulta complejo prevenir a la población sobre las dinámicas y el impacto del consumo de drogas en la sociedad», añade la especialista.

El Artículo 191 del Código Penal cubano sanciona la «tenencia de drogas estupefacientes, sustancias sicotrópicas u otras de efectos similares sin la debida autorización o prescripción facultativa». Las condenas oscilan entre uno y tres años de privación de libertad, en dependencia del tipo droga ocupada al consumidor.

En abril de 2016, el jefe de la Dirección Antidrogas del Ministerio del Interior (MININT), coronel Juan Carlos Poey, informaba que durante el período de 2015 se incautaron en la Isla 1.266 kilogramos de drogas y se llevó ante la justicia a 1.363 personas, de ellas 44 extranjeros.

De esa misma fecha [2016] data la última actualización sobre Cuba en la Oficina para la Droga y el Delito de las Naciones Unidas.

Por su parte, Ena Elsa Velázquez, ministra de Educación, ha manifestado que la escuela es el espacio ideal para potenciar los factores protectores en detrimento de los de riesgos. Entre las labores de prevención para evitar el consumo de drogas entre los estudiantes, la ministra han dicho que, junto a otras instituciones, «hacemos un trabajo comunitario con los jóvenes para centrar su atención en actividades deportivas, culturales y recreativas de sano esparcimiento».

A mediados del pasado mes de marzo, especialistas en publicidad de la cadena RTV Comercial se presentaron en varios preuniversitarios habaneros como parte de un programa contra las drogas. Ofrecían a los estudiantes un sorteo: el premio consistía en disfrutar un fin de semana en un campismo y cuatro cajas de cerveza bucanero.

No pocos aseguran que el dinero destinado a las drogas —desde el tráfico hasta el consumo— proviene principalmente de la corrupción.

«La corrupción en las élites gubernamentales y el tráfico y consumo de drogas van de la mano», opina un periodista con fuentes en el mundo cubano de la compra-venta de narcóticos, en referencia a que los precios de sustancias como «la farlopa» [cocaína] son prohibitivos en la Isla.

«Aunque los precios descendieron casi hasta la mitad en el último año —de 100 a 60 CUC el gramo— son inalcanzables para la mayoría de los jóvenes. Revelar la cantidad exacta de cocaína que se incauta en territorio nacional, implicaría dar explicaciones inconvenientes, y en el retrovisor del Gobierno todavía pesa la Causa 1», considera.

«Sin el socialismo Cuba no sería (…) la más solida barrera en el hemisferio contra el tráfico de drogas (…). No tendríamos un país sin droga, prostíbulos, casinos de juego, delincuencia organizada (…)».

Con estas palabras respondía Fidel Castro en el año 2005 a la publicación del libro Conexión Habana, de los autores españoles Santiago Botello y Mauricio Angulo, donde se revelaba la circulación de cocaína en la Isla.

A consecuencia de los capítulos donde se relaciona al castrismo con importantes cárteles de la droga en Centroamérica, ha sido censurado el serial colombiano El señor de los cielos en el Paquete de la Semana.

«Como dice el refrán: a quien le pica es porque ají come», dice Marisol, novia de un popular músico salsero, mientras espera en la consulta quincenal por su adicción a la cocaína.

Con información de Periódico Cubano

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