Resulta un juego muy popular en Cuba en fechas señaladas y festividades, una manera de hacer más especial el momento a través del suspenso y como mecanismo para estrechar vínculos entre personas.
Consiste en tomar una hoja en blanco, hacerla tiritas y en ellas colocar el nombre de los participantes, generalmente cubanos. Suele hacerse cuando se celebran cumpleaños colectivos, en centros laborales y estudiantiles en días señalados o entre familiares un fin de año, por ejemplo.
Las tiritas se depositan en un recipiente o entre las propias manos y se sacuden hasta que los nombres queden “mareados”. Después, se reparten a los amigos y nadie bajo ningún motivo debe decir el nombre de la persona que le tocó. Debemos cerciorarnos de que ninguno de los participantes haya recibido un papelito con su propio nombre.
Como es lógico hay quien no le “cuadra” la persona que le tocó y habrá que hacer magia para volver a sortear los papelitos. Esto debe hacerse con discreción para evitar herir sensibilidades. Un grupo de señas o una conversación en secreto pueden solucionar el problema.
Luego vienen esos instantes que tanto disfrutamos donde debemos acercarnos a esa persona que nos tocó de forma sutil y secreta, sin que se percate que somos nosotros el famoso “amigo secreto”.
Podemos hacerle llegar flores, anónimos con detalles, caramelos, un bombón, dejarle un libro, un escrito en la mesa, lo que deseemos para sostener el “misterio”. El quid está en alimentar cuidadosamente la curiosidad, ver cómo sonríe sin saber quién le envía estos recuerditos, como suele decirse en la Isla.
Todo este tiempo sirve para pensar qué regalar al amigo que nos tocó, incluso nuestros detalles pueden acercarnos realmente a lo que le puede gustar o no.
Siempre se fija un precio para el regalo, por ejemplo, no pasarse del dólar o de los 3 dólares, una norma que debe respetarse en el colectivo. Casi siempre las personas se pasan un poco, pero debe ser algo ínfimo. Aquí empieza el dolor de cabeza para encontrar algo útil y bonito a esas cifras.
Y así llega el día pactado. Todos ansiosos se reúnen y uno por uno empiezan la cadena de regalos. Si se rompe, pues vuelve a empezar. La sorpresa se apodera del espacio. Puede haber iniciativas como un poema, una descripción del amigo para que el resto adivine o imitaciones. Lo importante es poner todo el amor del mundo en ese pequeño presente que estrechará vínculos entre los participantes.