En Cuba, tenemos muchos dichos o expresiones que describen aspectos fundamentales de la vida de los criollos. Una frase popular sostiene que quien hace la ley, inventa además la trampa.
Y es que la trampa se ha convertido también en un mecanismo de supervivencia de los cubanos, debido al alto coste de la vida, salarios insuficientes, crisis económica, entre otros factores archiconocidos.
Un digno ejemplar de esta expresión es la figura del bodeguero cubano, quien ha desplegado con maestría una serie de artimañas para engañar al consumidor. Aunque se trata de muchos actores sociales como el abogado, el vendedor ambulante, los políticos, carniceros, entre otros.
Por ejemplo, está el robo con la balanza. Un artefacto presente en bodegas, carnicerías y mercados. Aquí quienes vamos a comprar, debemos estar al tanto. El peso normal puede ser alterado y por consiguiente perdemos dinero y parte de la mercancía, que después va a parar en otras manos.
Por otro lado, colocar agua en la leche, al refresco, ron y a la cerveza suele ser muy común. Así se “aprovecha” el producto y se generan mayores ganancias. Se conoce como “bautizar” la mercancía.
Asimismo, los vendedores ambulantes de viandas o frutas, pueden engañar al cliente deformando un poco el envase que sirve de medida para comercializar en las calles. Un jarro de aluminio debe traer “tantas” frutas, pero si es escachado en menor medida, traerá menos por el mismo precio.
En las tiendas de Cuba, los trabajadores en ocasiones adulteran los precios originales de los productos y colocan otros para el cliente. Se conoce por los cubanos como “multar”.
Son muchos los ejemplos de cómo “joder” al prójimo en la Mayor de las Antillas. Si eres de los que va a comprar una caja de pollo en algún mercado, pide inteligentemente que te pesen solo el producto, pues puede contener hielo, o si compras café, asegúrate que no lo hayan mezclado con chícharo.