El desastre aéreo del viernes continúa siendo el tema de todas las conversaciones en la isla. Aunque el avión no era cubano, cubría una ruta nacional que desde hace años todos en Cuba dan como muy peligrosa.
No importa el destino dentro del territorio nacional, el problema está en que ya muy pocos confían en la seguridad de la transportación aérea gestionada por Cubana de Aviación y sus oficinas de “Vuelos Nacionales”, una división de la empresa estatal que desde hace muchos años ha ido perdiendo prestigio entre una clientela más que insatisfecha.
La tragedia ha conmovido a todos y a la vez ha traído al recuerdo otras catástrofes lejanas y cercanas, pequeñas o mortales, en los vuelos internos, así como ha reavivado la polémica sobre la mala calidad de los servicios de transportación destinados al mercado nacional.
Se disparan las anécdotas. Maricela Garcés, que dice haber viajado no hace mucho de Santiago a La Habana, narra cómo debió dormir varios días en el aeropuerto sin saber ni la fecha ni la hora en que saldría su vuelo, que ni siquiera la aerolínea tuvo gestos de disculpa como gestionar alojamientos o suministrar comidas y bebidas ligeras a quienes esperaban tumbados en los asientos y el piso de la terminal.
“Para colmo nos montaron en un avión de Air France donde viajamos separados de los extranjeros. Subimos por detrás y nos acomodaron en los últimos asientos. Un sobrecargo hizo guardia en medio del pasillo para que no pasáramos para los asientos de adelante (…), no nos dieron agua ni nada, era como si nos hicieran un favor (…), cuando llegamos a La Habana, como a la 1 de la mañana, como el avión iba para una terminal y nosotros para otra, la que está en Boyeros, tuvimos que esperar como tres o cuatro horas para recoger los equipajes (…). El avión despegó de Santiago a la 1 o 1 y media, el vuelo no duró ni cuarenta minutos y aun así yo salí de ese aeropuerto como a las 8 de la mañana, era preferible viajar en guagua (ómnibus)”, se lamenta la señora.
Se pudiera asegurar, sin temor a pecar de absolutos, que la totalidad de las opiniones sobre el asunto son igual de negativas y que se amparan en las malas experiencias personales en medio de una realidad bien tenebrosa.
Abidis López, un joven que debe viajar con frecuencia precisamente a Holguín, hoy provincia enlutada y en el centro de las noticias por haber sido el hogar de la mayoría de las víctimas, asegura haber vivido momentos de tensión al haber realizado el vuelo en aparatos con presumibles desperfectos mecánicos.
“No sé qué estaba pasando pero el avión hacía unos ruidos horribles, se estremecía que parecía iba a partirse en dos en cualquier momento (…), yo sentía que aquello lo mismo bajaba que subía, que iba como de lado y sentía aquel trac trac trac como si se fuera a rajar (…). No era miedo, yo he viajado muchas veces en todo tipo de aviones pero aquello no era normal (…). Nadie salió a explicar nada, ni dijeron nada cuando llegamos a La Habana pero de lo que estoy seguro es que muchos llegamos temblando (…), hasta los pilotos, yo creo”, cuenta Abidis.
Apenas un mes atrás, primero la prensa independiente y más tarde, bajo el apremio de los rumores, los medios oficialistas se hicieron eco de la decisión de Cubana de Aviación de suspender los vuelos para clientes cubanos que cotizan en moneda nacional.
Días después, también cediendo a la presión de la opinión pública, se supo que varias aeronaves, recientemente compradas a una empresa ucraniana, habían sido retiradas por desperfectos de fabricación, lo que, unido a la tradición de errores en adquisiciones similares, vuelven a hacernos repetir a coro aquel refrán popular: “Lo barato sale caro”.
“Si bien el fabricante es responsable, también los cubanos que viajaron a Ucrania para certificar la compra”, opina Abraham González, ex funcionario del Ministerio de Comercio Exterior entre los años 70 y 90: “Cuando se realiza una compra del tipo que sea, más cuando se trata de aviones, equipos motorizados, maquinarias, etcétera, un equipo de expertos debe viajar al lugar y certificar esa compra, así como el fabricante deberá ir ajustando el producto de acuerdo con los señalamientos de los expertos (…), es injustificable que a solo seis meses de explotación comiencen a detectarse cosas de ese tipo y no en un aparato, en todos. ¿Entonces, quién es más responsable? Por ahorrar unos centavos o por saltarse pasos importantes a veces se han hecho compras así, como pasó con los primeros (ómnibus) Yutong que entraron (…), le pidieron a China guaguas baratas y eso mandaron. Hicieron lo que pedimos”, opina González.
Aunque el gobierno, quizás para calmar la ola de malas opiniones que va creciendo entre la gente, ha reiterado que la aeronave siniestrada no era de Cubana de Aviación, la cercanía de la catástrofe, la nacionalidad del grueso de las víctimas, la ruta que cubría, han quedado retenidas en la mente de todos, incrementando a la vez el disgusto en medio del duelo.
Las primeras informaciones que salieron del propio aeropuerto en el momento del accidente fueron tan confusas como esa primera nota de prensa publicada de la cual pocos detalles podían inferirse.
Por varias horas se dijo que la mayoría de los pasajeros no eran cubanos pero ni esa información falseada tranquilizó a quienes ya preveían que algo de esa naturaleza, relacionado con la transportación aérea nacional, sucediera en cualquier momento.
Como resultado del cúmulo de malas noticias en tan pocos días, según han informado varios empleados de la propia Cubana de Aviación, consultados al respecto, muchos clientes han decidido renunciar a sus reservas de vuelo o a las famosas y muy desagradables “listas de espera” y elegir otras vías de transportación para alcanzar sus destinos.
“La noticia causó una estampida. Hubo gente que llevaba días en lista de espera que se fue al instante”, comenta una empleada de la Terminal no. 1 de vuelos nacionales.
Por otra parte, las terminales de ómnibus ven incrementarse el número de pasajeros no a raíz del desastre ni porque la transportación por tierra marche mucho mejor sino porque es la única vía económica con que cuentan los cubanos para viajar de una provincia a otra.
A pesar del mal servicio de la única aerolínea nacional, de la pocas garantías que ofrece en materia de seguridad, de la desinformación que practican habitualmente y el desamparo de los clientes, realizar una ruta nacional en avión es todavía considerado como un verdadero lujo para muchos cubanos de a pie que ni siquiera pueden pagarse un simple pasaje interprovincial en autobús.
Con información de Cubanet